Un bonito microcuento en bicicleta.
El carril-bici es el opio del pueblo ciclista
Calle casi vacía. Una chica llega (a pie) a un paso de cebra, a la vez que yo llego en bici. Se para en el bordillo a esperar que yo pase. Me detengo y le hago el gesto mínimo (un leve ladeo de cabeza) para indicarle que cruce.
Se pone a cruzar, con ese trotecillo un poco apurado de la gente que cree que está donde no le corresponde y que quiere salir de allí lo antes posible para no molestar.
– No hace falta que corras, Me gusta verte cruzar.
Se echa a reir un momento y recupera su paso normal. Acaba de cruzar la calle mirándome de soslayo, con una media sonrisa. Me voy, yo también feliz.